beatrizysusamores

Cuentos para mis amigos.



Mi vida es sencilla, pero llena de sorpresas, y sobresaltos, ya saben con niños pequeños tenemos que estar preparadas para todo .

Después de estar pendiente de su cuidado, tengo que estar pendiente de cuidar también de mí. Cuando me voy a dormir puedo oir los susurros de mi corazón. Y sí llegan las nubes oscuras, trato de evitarlas. Me quedan dos opciones o lloro a gusto, o trato de pensar mañana es otro día, con un nuevo sol. El consuelo a la tristeza consiste en cambiar de estilo, independientemente del camino que tome, llego a la conclusión , que el problema no va a durar más de veinticuatro horas. Cada día trae un regalo oculto. Hace falta mucho valor, para llegar a saber quién eres y qué quieres. Tenemos que comenzar a trabajar partiendo de lo que tenemos, perfecionado nuestra situación actual.
Estoy de regreso, ya les conté lo de los niños, pero me siento feliz de estar de nuevo con ustedes. Soy muy amigable.

Cuentos para mis hijos.


Tío Conejo y Tío Tigre
Hambriento como de costumbre, el tigre buscaba que comer entre los rastrojos y el monte, y rugía de hambre porque nada encontraba. Así que busco entre los animalitos más pequeños a quién devorar, y se fijó en el conejo y le montó casería todo el santo día hasta entrada la noche.
Ya muy cerca del conejo, lo vio sentado a la orilla de un río comiendo con gran gusto algo que al parecer lo llenaba también de alegría.
El tigre lleno de curiosidad se le acerca sigiloso, husmeando el aire, a ver si sentía la comida del conejo que se saboreaba con un gusto tan grande que hacía que al tigre se le saliera la baba a cántaros.
-Compa conejo ¿qué come con tanto gusto?- preguntó el tigre.-Queso con miel- responde entusiasmado el pequeño animalito.-¿y dónde hay de eso?- dice el tigre-Bueno, fíjese que la luna esta hecha de queso puro y mírela –señalando el reflejo brillante de la luna en el lago, redondo y amarillento como un enorme queso--Nada más tiene que echarse al agua y cortar un pedazo. Y fíjese que en el fondo del charco hay unas piedras prietas hechas de miel pura. Les arranca un pedazo y a comer se ha dicho- relató el conejo.
Al tigre, semejante sarta de embustes le parecía demasiado sabrosa como para no intentar comerse el queso, la miel y un conejo. Así que se tiró al charco, amarrada la cintura con piedras y allí estuvo tratando de sacar el queso y la miel.
En balde todo el esfuerzo. Casi ahogado sale a la orilla, resoplando medio muerto y molesto con el conejo, que del bichito ese quedaba apenas el rastro.






Las Gallinas y la Zorra
Dicen que la zorra acostumbraba comerse las gallinas de una finca y harto el dueño del corral va al pueblo y compra alambre para hacerles una jaula.
Todo el día trabaja el dueño de la finca en la jaula, para que en la tarde ya las gallinas duermieran seguras en su nueva casa, hecha para que la zorra no se lleve ninguna de las aves.
A la noche el animal baja del cerro a buscarse una gallina pero se topa con que el corralito de cañaza ya no está. En vez de eso, allí está de pie, una jaula de alambre.
El animalito aprovecha el sueño de las presas acostumbradas, y muerde con fuerza el alambre, halando con fuerza para arrancarlo. Las gallinas asustadas se despiertan y cacarean asustadas. Les parece que el alambre no va a resistir la furia de la zorra que molesta por la resistencia de la jaula la empuja y se lanza contra ella una y otra vez.
Las gallinas sorprendidas miran al animal cansado echado a la puerta de la jaula y celebran con entusiasmo, burlándose y riéndose –Se te acabó la fiesta, ya no nos comerás más-
Pero la zorra no se rinde y todas las noches pasa por el gallinero, muerde el alambre y lo hala. Las gallinas, burlonas, le sacan por entre los huecos de la malla de alambre, las patas y las alas tentando al animal, pero sabiendo que no podrá agarrarlos, solo se le humedece el hocico imaginando semejante bocado entre los colmillos – Paciencia gallinas, no se preocupen, que les llegará la hora - les decía suavemente la zorra.
Así pasan las semanas y los meses, hasta que llegan las patronales. Esa noche, el dueño de la finca olvida cerrar la jaula, y como de costumbre la zorra pasa a visitar a sus amigas las gallinas. -¿Es no te cansas nunca? – le dijeron en coro.
Pero esa noche la suerte estuvo del lado del perseverante carnívoro, quien solo empujo un poco menos de lo acostumbrado aquel portón y listo… a servirse a manos llenas.
Moraleja: A la perseverancia no hay cerco que la frene, ni impedimento que la detenga




Etiquetas: