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Las Gallinas y la Zorra
Dicen que la zorra acostumbraba comerse las gallinas de una finca y harto el dueño del corral va al pueblo y compra alambre para hacerles una jaula.
Todo el día trabaja el dueño de la finca en la jaula, para que en la tarde ya las gallinas duermieran seguras en su nueva casa, hecha para que la zorra no se lleve ninguna de las aves.
A la noche el animal baja del cerro a buscarse una gallina pero se topa con que el corralito de cañaza ya no está. En vez de eso, allí está de pie, una jaula de alambre.
El animalito aprovecha el sueño de las presas acostumbradas, y muerde con fuerza el alambre, halando con fuerza para arrancarlo. Las gallinas asustadas se despiertan y cacarean asustadas. Les parece que el alambre no va a resistir la furia de la zorra que molesta por la resistencia de la jaula la empuja y se lanza contra ella una y otra vez.
Las gallinas sorprendidas miran al animal cansado echado a la puerta de la jaula y celebran con entusiasmo, burlándose y riéndose –Se te acabó la fiesta, ya no nos comerás más-
Pero la zorra no se rinde y todas las noches pasa por el gallinero, muerde el alambre y lo hala. Las gallinas, burlonas, le sacan por entre los huecos de la malla de alambre, las patas y las alas tentando al animal, pero sabiendo que no podrá agarrarlos, solo se le humedece el hocico imaginando semejante bocado entre los colmillos – Paciencia gallinas, no se preocupen, que les llegará la hora - les decía suavemente la zorra.
Así pasan las semanas y los meses, hasta que llegan las patronales. Esa noche, el dueño de la finca olvida cerrar la jaula, y como de costumbre la zorra pasa a visitar a sus amigas las gallinas. -¿Es no te cansas nunca? – le dijeron en coro.
Pero esa noche la suerte estuvo del lado del perseverante carnívoro, quien solo empujo un poco menos de lo acostumbrado aquel portón y listo… a servirse a manos llenas.
Moraleja: A la perseverancia no hay cerco que la frene, ni impedimento que la detenga




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